Fondos Filantrópicos y Colonialidad

Fondos Filantrópicos y Colonialidad: El laberinto del financiamiento en Puerto Rico

Puerto Rico enfrenta una crisis estructural en su acceso a fondos filantrópicos. A pesar de contar con un ecosistema vibrante de organizaciones comunitarias que atienden crisis urgentes —desde la violencia de género hasta la inseguridad alimentaria y el cambio climático— la mayoría de estas entidades opera en un escenario de precariedad financiera. Esta fragilidad no es casual: es producto directo de nuestra condición colonial y de un sistema filantrópico que históricamente ha invisibilizado a Puerto Rico.

La dependencia de fondos federales: un síntoma del aislamiento filantrópico

Debido a la falta de acceso sostenido a fondos filantrópicos privados, muchas organizaciones en Puerto Rico han dependido durante décadas de fondos federales para sostener sus operaciones. Esta dependencia es particularmente riesgosa en tiempos de crisis. En los últimos años, hemos visto recortes sustanciales en asignaciones federales, así como demoras burocráticas y restricciones que limitan la ejecución eficiente de proyectos. El resultado: redes de apoyo debilitadas y servicios esenciales en peligro.

Cuando se reducen estos fondos, el golpe lo reciben directamente las comunidades más vulnerabilizadas: mujeres, personas mayores, niñez, comunidades LGBTQ+ y racializadas. Las organizaciones lideradas por mujeres y por personas queer, que ofrecen vivienda de emergencia, asesoría legal, apoyo psicosocial y otras respuestas de primera línea, muchas veces no cuentan con colchones financieros ni reservas para sostenerse ante recortes súbitos.

El acceso limitado a la filantropía privada

Puerto Rico es sistemáticamente excluido de las estrategias de inversión de la mayoría de las fundaciones filantrópicas de los Estados Unidos. A pesar de ser parte del país en términos políticos, geográficamente estamos fuera del radar de muchas fundaciones nacionales. Aunque compartimos muchos de los desafíos sociales que enfrentan comunidades negras, latinas,  indígenas y del Sur en Estados Unidos, nuestras organizaciones no suelen ser incluidas en convocatorias, programas de apoyo técnico o redes de colaboración.

A esto se suma una práctica común de la filantropía estadounidense: canalizar fondos hacia grandes organizaciones con sede en EE.UU. para que operen programas “en” Puerto Rico, sin crear relaciones directas con organizaciones locales, ni fortalecer capacidades locales a largo plazo. Esta práctica perpetúa el extractivismo filantrópico y la desigualdad en la distribución de recursos.

¿Y la cooperación internacional? Otra frontera cerrada

Puerto Rico tampoco tiene acceso pleno a fondos de cooperación internacional. Nuestra condición política nos excluye de fondos dirigidos a América Latina y el Caribe, como los de la Inter-American Foundation, o incluso de algunas agencias multilaterales que categorizan a Puerto Rico como parte de EE.UU. A pesar de que muchas de nuestras luchas —crisis climática, violencia de género, pobreza extrema— reflejan las de otros países del Sur Global, estamos fuera de esos esquemas de financiamiento.

Esto crea una trampa colonial: no somos prioridad para la filantropía estadounidense ni elegibles para la cooperación internacional. Esta doble exclusión pone en desventaja a las organizaciones locales que, a pesar de sus conocimientos y liderazgos, deben competir por fondos escasos, muchas veces con requisitos desproporcionados o procesos burocráticos inaccesibles.

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